Cicatriz

Sara Mesa

Perturbadora novela que nos traslada a un mundo extraño, en Cicatriz nada sucede como uno esperaría que sucediera en una hipotética relación entre un hombre y una mujer. Sara Mesa (Sevilla 1976) nos introduce en una atmósfera espeluznante, dibujada desde la rareza, o mejor dicho insinuada, ya que el escenario se sitúa en las mentes de los personajes. Quizá lo más novedoso es un erotismo poco frecuente en la literatura: el consumismo y la acumulación de objetos materiales como el detonante del deseo.

Desde la primera escena experimentamos cierto desconcierto: la frialdad del encuentro sobrecoge, las palabras cortan como un cuchillo. ¿Se trata de una pareja que se junta para un trapicheo de drogas o cualquier otro tipo de hecho delictivo? Jamás adivinará el lector que es una cita de dos jóvenes que, conociéndose sólo a través de correos electrónicos, planean el tan esperado momento cara a cara, para juntos disfrutar “de lo que el destino les depare”.

Este desconcierto se hace evidente con la descripción del lugar al cual acuden para estar solos, un espacio desolado y sin atractivo, en franco deterioro, lo más alejado de una atmósfera romántica o excitante:

“El ascensor chirría y traquetea como un viejo montacargas Se concentran en el chisporroteo del fluorescente del techo, que se enciende y apaga intermitentemente. El indicativo luminoso está fundido; no pueden saber por dónde van hasta la sacudida final.

Salen a un distribuidor sin luz.

Huele a humedad; en las esquinas se acumulan los residuos. Un tramo más de escaleras conduce a una azotea a la que no puede accederse en ascensor. La pareja sube con lentitud; él va delante, abriendo camino. Una ventana con los cristales casi opacos por la mugre vierte algo de claridad en el último espacio, un cuadrado de cuatro por cuatro metros por donde no ha pasado nadie por mucho tiempo.” (pág. 10).

El tono, glacial, y sórdido aparece desde el primer capítulo y se mantiene hasta el epílogo. No hay afectos en juego, se trata más bien de dos mentes que se provocan mutuamente. En ese sentido la comunicación verbal vía internet, es la perfecta. Ni siquiera interviene el sonido de las voces, nada personal que pueda delatar sentimientos. Se trata sólo de apretar un botón y esperar el siguiente mensaje en la bandeja de entrada.

Sonia es una mujer joven que está pasando por un momento muy bajo. Su trabajo no es estimulante, la familia resulta una carga y no concede, a cambio, satisfacciones; y por último, está limitada económicamente, sin perspectivas ni futuro. La apatía se ha apoderado de sus días, hasta que se cruza por su pantalla un foro literario. El intercambio con gente nueva la ilusiona, al punto que se embarca en un viaje de siete horas en bus, para encontrarse con posibles “colegas”. Pero nada ni nadie la deslumbra, regresa a casa a seguir vegetando. De manera sorpresiva, recibe un mail de un participante del foro que no se había presentado. Enmascarado por un nombre falso pero muy literario, el supuesto Knut Hamsun decide conquistar su presa. Aquí comienza la relación epistolar que es el cuerpo de la novela.

Él ofrece libros a cambio de una foto. Sólo cobra, religiosamente, los gastos de envío. Manda ejemplares robados, y aborda a Sonia desde la literatura: plantea preguntas sobre las novelas o los autores que envía, comenta sus propias lecturas de los mismos, la anima a escribir y leer de manera analítica. Pero entre medio aparece su perfil de hombre raro: su asco al sexo, su odio a los grupos o colectivos, su marginalidad que cultiva con orgullo, su horror a la suciedad que le causa pesadillas. Mientras tanto, a los libros se suman los perfumes, y Sonia se siente importante, seducida por este hombre lejano que la mima con regalos –objetos que ella no puede permitirse- y un discurso interesante. Se sabe el centro de atención de Knut, y percibe, con gran placer, cómo la vida de él gira en torno a ella. Un acicate a su ego. Atemorizada por la intensidad de la correspondencia, se protege con una mentira: no habrán más mensajes electrónicos, los han prohibido en su empresa. Él, infatigable, propone las cartas postales. El lado patológico de Knut reaparece entre los comentarios literarios y los consejos de cómo leer y apreciar lo bueno: sus fobias, sus obsesiones que no lo dejan dormir, su encierro. Mientras tanto ella conoce a Verdú, y se lo dice sin tapujos, ¿provocándolo? ¿O para ella él es un hombre asexuado con quien no pasará de estos juegos verbales y de los numerosos regalos? La reacción de Knut es de desprecio, no es el hombre que necesitas, estás huyendo, le advierte. Parece celoso y ofendido, pero su ofensa es porque ella elige (no tanto por la persona a quién elige), en vez de mantenerse al margen, loba solitaria, como él.

Dejan de comunicarse un tiempo, probablemente porque Verdú está ocupando el tiempo de Sonia, su ocio y sus fantasías. Sin embargo, vuelta al tedio de la rutina, Sonia idealiza lo que tuvo con Knut, el diálogo con su amiga que comienza en la página 74 es clave. Al tratar de explicarse y explicarlo, define lo que ella cree que pasó, es la primera interpretación objetiva que hace de esta historia rocambolesca. La voz de la amiga ayuda a centrar el tema, esa chica es la realidad que está fuera de las mentes perturbadas de ambos. Un referente necesario para situarnos en este mundo delirante. Pero también produce en ella una vuelta atrás. ¿Nostalgia de la transgresión, del peligro y la aventura?, ¿harta otra vez de su vida gris y chata?- Escribe un correo electrónico y lo envía. Con inteligencia, él retoma el tema literario, ese tema querido que será siempre el anzuelo: ofrece más libros y pide que ella, a cambio, le envíe sus relatos. Sonia obedece y en recompensa Knut manda ropa por primera vez. ¿Cuándo ella se desnuda con sus relatos, él la viste?

El erotismo de estos intercambios se vuelve explícito, va in crescendo. Los paquetes que llegan sustituyen la presencia de Knut, producen en Sonia una reacción física. La apertura del regalo sugiere otro tipo de contacto:

“El embalaje es firme como siempre. No se puede abrir sin un cuchillo o sin una tijera, pero aún así Sonia mete las uñas, rasga de un lateral, tira del cartón hasta hacer un agujero, lo agranda y consigue, con dificultad, romper una parte de la caja. Puede ver dentro libros, muchos libros, colocados entre hojas de periódico que amortiguan su peso y evitan que se dañen unos con otros. Pero hay algo más. Antes de verlo, Sonia ya es capaz de saberlo. Mete una mano y toca una bolsa de tela. La saca. La palpa unos segundos antes de abrirla. Ahí está. Justo su talla. Copa B, de tacto suave, con aros, negro y con detalles en color rojo sangre. De Calvin Klein. Lleva puesto la etiqueta del precio: 55 euros. Lo devuelve apresuradamente a la caja, sin guardarlo en la bolsa de tela, y regresa al interior del coche. Su móvil está sonando, pero ella ni siquiera lo oye. Arranca el motor y sonríe.” (pág. 88).

Él insiste en que opte por la literatura, que rompa con todo, y abandone su vida burguesa, incluso le ofrece ayuda para suplir el ingreso de dinero si renuncia a su trabajo. Envía ropa interior, mucha, muy variada y provocadora. Ella se siente desbordada, no sabe cómo meter tanta cosa en su vida, dónde guardar o esconder la avalancha de mercadería robada especialmente para ella, entonces decide vender por ebay. Obsesionada con Knut y sus maniobras para adquirir lo que haga falta, intenta robar también, una nueva transgresión, no lo consigue porque la pillan. Pero el incidente la hace consciente de los riesgos que él asume cuando roba para ella. Excitada, fantasea con la ropa interior recibida, se la prueba, observa su cuerpo en el espejo y da un paso adelante:

“Y es a partir de entonces cuando todo comienza a precipitarse y la fantasía despierta su curiosidad, y la curiosidad su fantasía. Sonia comprende que nada tiene sentido si él no puede verla de algún modo. ¿No debería darle alguna recompensa? Propone un encuentro en Cárdenas…
… Salir y entrar de su vida, como por una hendidura que apenas es visible, sin riesgos y sin compromisos. Olvidar por un día a la madre, a los hermanos, a la abuela, al marido y al hijo. Olvidar el trabajo… Es ante todo la necesidad de fingir, aunque sea durante un solo día, que es posible vivir otra vida en la que ella juega el papel de chica distinguida, elegante y despreocupadamente libertina.” (pág. 112).

Knut, ilusionado con la visita ahora incluye medias de seda y expresa abiertamente sus deseos. Pasan un día juntos: él roba cosas para ella mientras Sonia observa excitada, como si la hazaña -delictiva y arriesgada- fuera una variante del encuentro amoroso. Cuando finalmente están a solas, volvemos a la primera escena de la novela: ella se prueba la camiseta, él registra la cicatriz de la cesárea. Todo responde a un guión muy extraño, inesperado. Pero algo debió de suceder dentro de ellos porque la relación se convierte en un torbellino : Knut envía la chaqueta Armani, y muchas más cosas que ella vende por internet. El ritmo trepidante de los regalos y la alternancia de libros con ropa atrevida, es el eje de la seducción. Ella oscila entre la euforia y el desconcierto como cualquier persona que se sabe centro de atención y sujeto de conquista. Verdú pide el divorcio, dato que se menciona con frialdad, como si no importara nada. Deducimos que el marido estaba harto de un comportamiento errático y obsesivo, aunque no conociera todos los detalles. Pero el mundo de Sonia con Verdú está voluntariamente excluido de la narración, el lector no tiene acceso a esa parcela de su vida, obsesionada con Knut, su mente gira en torno a esta relación y nada más. El mundo exterior se desdibuja. Desaparece.

Ahora sí la seducción avanza, Knut confiesa que le gustaría estar con otra mujer mientras la mira a ella y le dice que la quiere. Esas palabras (“te quiero”) producen una reacción definitiva. Sonia se asusta de las rarezas de su amigo pero también intuye lo enganchado que él puede estar afectivamente, el juego se está volviendo peligroso, y da marcha atrás. Argumenta que es por Verdú, una falsedad, y él, para no perderla vuelve a lanzar el anzuelo de la literatura: vale, sólo mandaré libros. Pero un día Knut incumple el trato y envía un par de zapatos Armani que ella detesta. Esos zapatos son la gota que rebalsa el vaso: Sonia se irrita, dice que son horrendos, que le repelen y los manda a casa de Knut, quien se queja del estado deplorable de los mismos:

“Sabes perfectamente que, infligiéndole daño a los zapatos, me lo estás infligiendo a mí. No me extraña que junto con los zapatos hayas querido hacerme llegar una impronta del asco que ahora sientes por mí. Es el sentimiento natural de alguien que, como tú, siempre quiere quedar por encima.” (pág. 170).

De pronto un choque con la realidad: si ella los detestó y los mandó de regreso, ¿cómo pueden estar maltratados? ¿Los usó para dañarlos?, ¿los estropeó a propósito? La versión de Sonia es incompleta, recoge sólo un aspecto de la realidad, el que a ella le interesa comunicar. Finalmente reparados, Knut intenta vender los zapatos por ebay, de esa manera descubre las ventas que ella ha estado realizando de los objetos enviados. La herida que le produce es profunda, el personaje de Sonia como una vendedora vulgar en ebay no corresponda con la mujer que él ha ido moldeando, lo interpreta como una traición, vender sus regalos es negarlo a él, por tanto exige una reparación que ella no aceptará: además del dinero que Sonia obtuvo con las ventas, le pide que se presente en Cárdenas para que él tenga sexo con ella, una humillación en toda la regla, un castigo merecido: el sometimiento total. Aterrada, ¿harta?, ¿desmotivada?, abandona. O ¿es que Sonia está lista, luego del largo aprendizaje, para pegar el salto y volar sola? Yo me inclino por este final. Y así interpreto el epílogo:

Epílogo

Sonia recorre las calles de Cárdenas con nostalgia, busca a Knut con un auténtico deseo de agradecer y compartir. Percibimos, finalmente, sentimientos: dolor por el presente que ha tenido un alto coste, soledad. El personaje ha crecido, la relación con Knut la convirtió en escritora. Sabe que ese diálogo digital produjo en ella ambición. Su faceta creativa se la debe, en parte, al hombre raro que detectó su dormido potencial.

Sin final feliz, creo que el epílogo es determinante para medir el alcance de Cicatriz: el juego (la seducción) fue un duro aprendizaje (la creación). Un relato moderno, punzante, arriesgado, que no puede dejar a nadie indiferente. Sara Mesa apuesta por un mundo que oscila entre la perversión y la intelectualidad. Una relación oscura, una novela interesante muy recomendable.

Los textos han sido tomados de la edición de Anagrama, 2015.